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A treinta años de la histórica visita del Papa a Bahía Blanca
JUAN PABLO II. Un 7 de abril de 1987, el Sumo Pontífice visitaba Bahía Blanca (Foto Archivo La Nueva).

El 6 de abril de 1987 Juan Pablo II llegaba en una visita de una semana por segunda vez a la Argentina, tras permanecer siete días en Chile.

Había sido invitado por los episcopados de ambos países en agradecimiento por la mediación de Vaticano en el conflicto por el canal de Beagle.

En su agitada y agotadora agenda, incluía, además de la Capital Federal y una misa en la catedral de Luján, la visita a varias ciudades del interior del país: Viedma, Mendoza, Córdoba, Tucumán, Salta y…Bahía Blanca.

Para nuestra ciudad la noticia representaba un hecho histórico, por lo que una vez confirmado el itinerario desde el Vaticano, comenzaron los preparativos para montar un escenario donde el Papa brindaría su homilía eucarística.

Se eligió Bahía Blanca por su cercanía con el campo. Es que en el marco de la visita pastoral, el Papa tenía previsto un mensaje especial para cada región del país donde arribara. Y la proximidad de Bahía con el agro cuadraba justo para su homilía destinada a la vida rural.

El 7 de abril a las 9.30, el avión que trasladaba a Juan Pablo II aterrizó en el aeropuerto local. Fue recibido por el entonces Gobernador de la provincia de Buenos Aires, Alejandro Armendaris, y el Intendente Juan Carlos Cabirón, quien le entregó las llaves de la ciudad y lo declaró oficialmente “huésped ilustrísimo”.

Por razones de seguridad y logística, el sitio elegido para desarrollar la actividad del Sumo Pontífice fue sobre la ruta 51, cerca de la caminera. Un lugar al que se llegaba de manera directa desde el aeropuerto.

Según los organizadores se estimaba que cerca de un millón de personas escucharía la voz de Juan Pablo II en Bahía.

La cifra era sumamente exagerada y con el correr de las horas iba a quedar en evidencia. Sobre todo para la presidenta de una cooperadora que pasó a formar parte del anecdotario popular: según cuenta la leyenda, compró una cantidad exorbitante de chorizos para vender en un improvisado puesto montado durante la celebración religiosa y le sobró más del 90% de la mercadería.

En total, según los medios que cubrieron la visita del papa a Bahía Blanca concurrieron unas 130 mil personas. Poco más del 10% de lo que se esperaba.

El grosero error de cálculo tiene hoy algunas explicaciones. Un periodista que cubrió aquel acontecimiento lo resume con mucha sencillez:“en principio creo que si bien el lugar cumplía con las condiciones para el traslado rápido y seguro del papa, no era el más cómodo para la gente”, explica.

“Otra de las razones es que hubo una exagerada campaña de prevención que terminó por atemorizar a mucha gente y convencerla de no acercarse al predio: se hablaba de una posible avalancha y desde varios días antes se inició una campaña de donación de sangre en los hospitales para tener disponibilidad por si era necesario", recordó.

"Por supuesto que nadie tenía mala intención pero era un hecho sin precedentes y creo que la inexperiencia jugó una mala pasada.”

“Por último, hay que hablar del itinerario, porque p luego de pasar por Bahía su próximo destino era Viedma, a no más de 300 kilómetros. Eso dividió la convocatoria y restó presencia de gente en nuestra ciudad”, concluyó.

Tras el aterrizaje en Espora y su encuentro con las autoridades eclesiásticas y políticas se dirigió hacia el altar para brindar su homilía dedicada al campo y la vida espiritual. La gente lo recibió con el canto «Gracias, Juan Pablo», compuesto con motivo de esta visita por el músico bahiense Walter Giménez.

Así resumía el propio Juan Pablo II su mensaje en Bahía Blanca:

“En el encuentro con el mundo rural en Bahía Blanca, exhorté a lograr que el trabajo, elevándose en Cristo a la categoría de redención, contribuya a consolidar las bases de un auténtico humanismo cristiano”.

A las 12.30 Juan Pablo II dejaba la ciudad rumbo a Viedma. Luego seguirían Mendoza, Córdoba, Tucumán, Salta y Rosario. El 12 de abril abandonaba el país luego de convocar (allí sí) a un millón de personas en la Avenida 9 de Julio.



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