De Ayer a Hoy
“Quique” Lorenzi: “Nunca diré que un género musical es una porquería”
El artista revive su dilatada carrera. El primer contacto con su amiga inseparable: la guitarra. El tango en su vida. Y los escenarios compartidos con los grandes referentes. “Canto desde que me acuerdo”, resumió.
Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco
Enrique Lorenzi la tiene clara. Desde niño, encontró en la música su refugio y su lenguaje más puro. Para él, la música es tan esencial como el aire que respira. Sus primeros acordes con la guitarra marcaron el inicio de un camino lleno de melodías que han acompañado su vida. El canto, lejos de ser protagonista, se convirtió en un soporte para explorar diferentes géneros y estilos, desde el folklore hasta los sonidos tropicales, adaptándose con naturalidad a cada desafío que la música le presentaba.
A lo largo de su carrera, alcanzó un reconocimiento importante en la escena musical. Sin embargo, siempre mantuvo una postura humilde y generosa: su mayor satisfacción radicaba en acompañar con su guitarra a aquellos que ponían la voz. Rechazando cualquier atisbo de vanidad, priorizó el lucimiento del grupo sobre cualquier destaque personal. Esta filosofía lo llevó a ser un músico valioso y respetado, capaz de formar parte de proyectos colectivos y de compartir escenarios con artistas consagrados de renombre nacional e internacional.
La música, no obstante, no fue su única pasión. Este esmerado artista combinó su carrera musical con su trabajo en la construcción civil, una labor que le enseñó disciplina y perseverancia. Además, encontró en la fotografía un hobby que lo conectaba con otra dimensión creativa, permitiéndole capturar momentos y paisajes que reflejan su sensibilidad artística. En este equilibrio entre la música, el trabajo y la fotografía, halló una manera única de expresarse y de vivir plenamente. Hoy, "Quique" brinda su testimonio en LA BRÚJULA 24.
“Nací hace 69 años en el Hospital Penna de Bahía, pero los primeros ocho de mi vida transcurrieron en General Daniel Cerri. Recuerdo todo de esa infancia en el pueblo y nos radicamos en esta ciudad por un problema de salud de mi papá”, dijo Lorenzi, entusiasmado con la propuesta de la publicación de este artículo.
Y agregó que “aquella mudanza resultó tan traumática para mí que me impuse y viajé por la mañana tres años en colectivo para terminar lo que me faltaba para culminar la primaria en la Escuela Nº 14, establecimiento en el que la había comenzado desde primer grado”.
“Soy hijo único y, si bien me hubiese gustado no serlo, lo que siempre digo rescatando el lado positivo es que pude elegir a los hermanos de la vida. Mi papá era empleado de la construcción y mi mamá ama de casa”, describió el afamado artista local con relieve nacional.
Sobre su padre, destacó que “él se enfermó con un cuadro de asma muy avanzado que lo tenía a maltraer, por lo que sumado a que se quedó sin trabajo porque la obra que estaba edificando había terminado, es que decidimos rumbear para acá”.
“Primero nos establecimos en el Barrio Maldonado, más precisamente en la casa de mis abuelos paternos, luego estuvimos un tiempo en Kilómetro 5 donde vivía mi ascendencia materna. Más tarde, mis papás alquilaron un inmueble en Cacique Venancio y Humboldt. Durante décadas, mi domicilio estuvo en el Rosendo López, pero meses atrás me separé de mi esposa y me fui al centro”, infirió “Quique”.
Sobre la actividad que le dio trascendencia, admite que “canto desde que me acuerdo, entré a la música por mi mamá que se la pasaba entonando canciones. En mi casa se escuchaba folklore y tango, en coincidencia con el momento en el que iba a la secundaria. Hasta cuarto año asistí al Colegio Nacional, repetí y posteriormente egresé del Colegio Goyena”.
“Estudié Ingeniería Industrial, hasta que abandoné la carrera y me dediqué a trabajar. La guitarra la agarré por primera vez a los 15 años, fui a estudiar con un profesor de apellido Bazzana que dictaba clases en calle Chacabuco”, rememoró, ponderando aquel primer contacto con el instrumento.
No obstante, el salto de calidad llegaría luego: “A los 19 me di el lujo de ser alumno de Eduardo González Velazco que fue con el tiempo director del Conservatorio y al que hoy considero como un hermano. Inicialmente tocaba de oído, como consecuencia de unas primeras incursiones en una banda de música tropical que formamos en mi adolescencia”.
“Siempre me gustó mucho acompañar, destacaba a los músicos que eran parte del staff de Mercedes Sosa y Gina María Hidalgo. El mayor desafío es mental, entender que la gente va a escuchar al cantante y uno debe tener el ego en otro lugar para contribuir con quien pone la voz”, diferenció Lorenzi.
Y lo argumentó: “Uno está al servicio de ese artista y, si tiene algún defecto, intentar taparlo porque el único tramo de protagonismo que un acompañante puede lograr se da en cierta introducción o un fragmento intermedio de la canción”.
“Pese a que el arte me atravesó, la mayor parte de mi vida laboral estuvo en el rubro de la construcción civil y pesada. Fui un ingeniero sin haberme recibido, desde los 23 años que me lancé y prácticamente no paré”, explicitó, en referencia a su otra ocupación, la que le dio el sustento diario.
Pudo amalgamar su pasión y la convirtió en el complemento ideal: “Vivir de la música nunca fue el objetivo que me había propuesto como meta y quizás ahora a la distancia considero que debí haberlo hecho. Sirvió para ayudar a la economía familiar y para darme el gusto de hacer lo que me hacía bien”.
“Me casé a los 28 y con mi ex esposa tuvimos tres hijas, de las cuales viven dos. Ambas de chicas se volcaron hacia la cultura siendo parte de agrupaciones vocales, una de ellas reside en Bahía y es licenciada en trabajo social y cantante del Coro Universitario. La mayor está en Barcelona y es traductora de inglés”, aclaró el protagonista de la nota.
Pagó lo que se dice “el derecho de piso”, pero siempre dio pasos firmes: “Me tocó compartir escenario con gente a la que admiraba mucho pero antes de eso hubo un largo trecho, mi primera actividad formal fue cantar en coros, allá por 1975 cuando integré la agrupación de la Unión Vasca siendo tenor”.
“En 1982, Carmelo Fioriti me ofrece sumarme a su conjunto en Punta Alta, permaneciendo allí siete años, mientras en paralelo creamos Vocal Andante que nació en 1983 y estuvo vigente hasta 2001”, se enorgulleció “Quique” en referencia a una etapa prolífera dentro de la música.
Asimismo, evocó que “con la última formación que integraba Guillermo Dorcazberro, ‘Cacho’ Rivero y Raúl Acosta hicimos un trabajo que dejó mucha huella. Tal es así que Carlos Carrizo, el biógrafo más importante de Astor Piazzolla, publicó una crónica en el diario local dando cuenta de que para él era uno de los mejores grupos vocales que había escuchado en la ciudad”.
“No sé si tanto, pero tuvimos muy buenas experiencias, como por ejemplo haber compartido escenario con Los Trovadores, Antonio Tarragó Ros y dos veces con Opus 4 en el Teatro Municipal, allá por el 17 y 18 de agosto de 1990”, lanzó Lorenzi, promediando el ida y vuelta.
Tal fue el éxito que recorrieron distintos escenarios: “Viajamos a Buenos Aires, La Plata y Tierra del Fuego para hacer actuaciones, siendo una de ellas en Río Grande junto a Ariel Ramírez, Ángela Irene y Domingo Cura, abriendo el espectáculo cuando se inauguró La Casa de la Cultura en dicha ciudad”.
“Con Vanina Lamberto en voz, Susana Persia en piano, Daniel Córdoba en guitarra, ‘Pelusa’ Fagoaga en percusión y yo como otra de las voces pusimos en escena una obra de Oscar Cardozo Ocampo a partir de una recopilación que se llamaba Pájaros en el Aire que la replicamos por muchos años”, apuntó, apelando a un rápido repaso mental
Esa formación se reconfiguró, pero pudo salir a flote: “La puesta en escena siguió pese al cambio de integrantes, con el ingreso de Luis Silvani en los teclados tras el fallecimiento de Susana, Marcelo Salvo en las cuerdas y Jorgelina Aliotto en la locución”.
“También formé parte de un gran trío de tango denominado La Viaraza con Adriana Fernández y Anita Munuce en flauta y canto respectivamente con las cuales hacíamos canciones en formato antiguo entre 2013 y 2024”, acotó quien en 1987 se ganó el derecho del Pre-Cosquín con la agrupación Collamanta con la que hacía música andina junto a Quique Agesta, ‘Chino’ Sosa y Hugo Vitale. Algo similar le ocurrió en 2016 donde fue a Córdoba con Paola Sansolini.
Y cerró ese repaso contando que “he acompañado mucho a Patricia Régoli desde 2005 y hasta el 2020, lo propio hago con Osvaldo Rojas que es un cantante de más de 80 años y es un fenómeno. Por último, también hago música de raíz folklórica con Paola (Sansolini)”.
“Antes cantaba mucho más que ahora, se dio así, es como que me reconfiguré, disfruto de hacer música sin importar mi función. Hoy, me regocijo de hacer canciones en grupo, como me ocurre cuando la propuesta es interpretar con flauta traversa, guitarra y voz a la vieja usanza del tango porque el nacimiento de este género no tenía bandoneón ni piano”, señaló al responder cuál es su máxima satisfacción al momento de crear.
Otra disciplina flechó su corazón: “La fotografía es mi otra pasión y me animé a empezar a incursionar en 1979, después de haber trabajado como marinero en un barco pesquero. Me había comprado una cámara reflex y un lente especial y quería vivir la experiencia. Aprendí a revelar en blanco y negro, a hacer las copias de papel con un pequeño laboratorio en mi casa”.
“La vida me llevó a dejar ese hobbie de lado hasta que, con el advenimiento de lo digital y pese a que me resistía porque soy una persona a la que le cuesta desprenderse de las cosas, adquirí una cámara moderna. Voy al Foto Club Bahía Blanca, una institución que fue fundada en 1948, meses antes que la Federación Argentina de Fotografía”, afirmó, mientras miraba un punto fijo atentamente, como haciendo foco en el relato.
Cuando abordó su actualidad, “Quique” destacó que “estoy jubilado, sigo estudiando música y no reniego de las nuevas vertientes que escuchan los jóvenes. Igualmente hay muchos de ellos que se vuelcan a lo tradicional y eso es algo para destacar. Nunca voy a decir que un género es una porquería, puede no gustarme, pero no lo voy a descalificar”.
“Aunque haya gente que no lo crea, en el género de la cumbia villera hay verdaderos fenómenos tocando que eligen ese camino. No hay que calificar con adjetivos negativos porque en tiempos inmemoriales pasó con el tango que era marginal”, puntualizó.
Y lo explicó en el epílogo del testimonio: “Según la Unesco, se reconocen tres géneros de música popular en el mundo: el jazz, la bossanova y el tango y de este último dice que las orquestas típicas, por ser mini ensambles sinfónicos, exige en sus ejecutantes la mayor preparación, destreza y estudio.
“Quique” Lorenzi habla con la humildad de los grandes que tienen la dicha de ser buenas personas y a los jóvenes que comienzan a explorar las diversas corrientes melódicas, les ofrece un consejo lleno de sabiduría. Les pide que sean auténticos, experimenten con todo lo que les inspire, y recuerden que la música no se trata de destacar, sino de compartir. Por último, insiste en que la verdadera magia ocurre cuando las notas individuales se transforman en una armonía que conecta corazones.
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