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De Ayer a Hoy

El drama de la mamá que afronta un calvario desde la muerte de Micaela

El transcurrir del tiempo jamás mitigará el padecimiento de Mónica Cid. Ni una Ley que lleva el nombre de su hija, ni la condena del asesino van a ser suficientes. “No hay un día que no la recuerde”, esbozó.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

El 23 de abril de 2016, la vida de la protagonista de esta nota se transformó por completo y ya nada volvió a su cauce normal. El dolor se hizo carne, el vacío que la acompaña desde entonces bajo ningún punto de vista desaparece más allá del transcurrir de los años. Una pérdida irreparable arremetió con sus proyectos, los sueños compartidos y la natural idea de ver crecer a su hija.

Jonathan Luna –un chacal sin escrúpulos– captó a Micaela Ortega, una niña de 12 años a la cual engañó a través del uso de las redes sociales. El condenado luego por el delito de femicidio aprovechó la mano débil de Juan Pablo Chirinos, un juez de Ejecución Penal que le otorgó salidas transitorias a quien marcó un antes y un después en el tratamiento de los casos de Grooming en el país.

Hoy, camino a cumplirse nueve años de aquel suceso que sacudió al país en general y a Bahía Blanca en particular, Mónica Haydee Cid, mamá de la pequeña víctima, busca consuelo al exteriorizar aquella secuencia que le dio notoriedad pública. Obviamente que ella hubiese preferido seguir siendo una ciudadana prácticamente anónima, con una vida como la que llevaba hasta que la tragedia golpeó a su puerta. Hoy, con el corazón en la mano, se expresa en La Brújula 24.

“Nací un 30 de diciembre de 1977 en el Noroeste, el barrio donde llevo transitada toda mi vida. Tengo que admitir que disfruté de una niñez muy linda porque somos muy familieros y siendo la mayor de tres hermanos puedo decir que se trató de una etapa de mi vida en la que reinó la felicidad”, destacó en alusión a su infancia.

En referencia a su círculo más íntimo, destacó que “mi papá falleció dos meses después de lo que fue la muerte de ‘Mica’, por lo que ese año fue realmente traumático y a mi mamá aún la tengo conmigo. Él era albañil y ella ama de casa, clase trabajadora a la que jamás nos faltó nada pero tampoco nos sobró desde lo material”.

“Fui a la Escuela Nº 66, de Líbano y Patricios, salvo primer grado que lo hice en la Nº 37 de O´Higgins al 1800. La secundaria completa fue en el ex Colegio Nacional. Al no hacer ninguna otra actividad extraescolar me la pasaba jugando mucho tiempo en la calle con mis amigos del barrio. Eran tiempos donde la creatividad se imponía porque no había tantas herramientas para divertirse como las que los adolescentes tienen ahora”, añadió, sobre su etapa de antaño.

Su vocación la halló casi de casualidad: “Con 18 años, me anoté en un curso que dictaba la Municipalidad, a través de lo que se denominaba Proyecto Joven, y que te daba la oportunidad de perfeccionarse en un oficio con salida laboral. Había muchas propuestas, incluso Contabilidad que era algo que me atraía, pero finalmente la balanza se inclinó a favor de Vivero”.

“Sentí que era una posibilidad que me podía redituar porque, paralelamente a eso, quedé embarazada de Brian, mi hijo mayor, por lo que tenía que empezar a generar algún ingreso. Cuando empecé a hacer las pasantías descubrí que esa actividad me iba a acompañar por el resto de mi vida”, enunció Cid inflando el pecho.

Su carrera laboral la ubicó en el sitio que fue como su segunda casa: “Fueron 29 años trabajando en el mismo lugar, más precisamente en el vivero ubicado en 9 de Julio al 1200 y en ocasiones en la sucursal de Alem al 4200. Me dedicaba a mantenimiento en general, atención al público, entre otras tareas y decidí discontinuar en octubre de este año, más allá de que aún sigo yendo a reemplazar a quienes toman vacaciones. Digamos que me fui a medias”. 

“Micaela nació nueve años después que Brian, en el marco de lo que fue un embarazo bastante problemático desde el primer momento porque estaba todo el tiempo al borde de un aborto espontáneo. Se me había fisurado la placenta por lo que estuve ocho meses en reposo, con mucho miedo de perderla”, acotó con un dejo de nostalgia.

Sobre Mica, puntualizó que “nació el 4 de agosto de 2003 a las 13:10 pesando 3.060 kilos; fueron 14 horas de trabajo de parto, pero con el correr de los días se fue recuperando y ambas pudimos volver a casa. Con su hermano tuvo un vínculo muy lindo, aunque a medida que Mica fue creciendo, Brian se convirtió en una suerte de segundo padre y era muy estricto con ella (risas)”.

“Desde lo material, Mica tenía muchas cosas porque era una nena demandante y para mi hijo le parecía que eran innecesarias, por eso se daban esos roces totalmente sanos. Estamos hablando de una nena que tenía un carácter muy especial, era muy decidida y nosotros como padres hacíamos lo imposible para darle todos sus gustos”, reflexionó a la distancia.

Y agregó sobre su hija que “empezó a hacer deporte con seis años y dos años después ya tenía los patines profesionales italianos que son carísimos. Gracias a su insistencia, logró que se los compremos. Creo que fue alguien muy consentido por nosotros, no me arrepiento de eso, en definitiva son los caprichos normales de una nena de su edad”.

“Respecto de los momentos previos a lo que fue el doloroso final recuerdo cada detalle, cada día de manera pormenorizada. Sigo sin darme cuenta si ella dio alguna señal de que estaba en peligro, más allá de que a la distancia descubro que había un montón de situaciones claras las cuales me sobrepasaron y me llevaron a pedir ayuda en la escuela”, aseguró, ingresando al nudo de la conversación con este cronista.

Los momentos previos al calvario se manifestaban con ciertas señales en ese momento imperceptibles: “Un mes antes de que comience la pesadilla sentí que la situación se me fue de las manos, no dependía de mí lo que estaba sucediendo. Ella había empezado las clases en Marina Coppa el 1º de marzo y desapareció un 23 de abril. Fui a hablar con el equipo pedagógico porque notamos en esos dos meses un cambio rotundo en su conducta, nos veía como a sus peores enemigos, decía que éramos los peores padres que le podían haber tocado”.

“El hecho de cerrar la puerta de su habitación con violencia para encerrarse era moneda corriente, sumado a la exigencia del cambio de vestimenta que nos pedía en algún punto nos hacía dudar de si estábamos haciendo lo correcto o quizás la asistía la razón. Esa fue la respuesta que fuimos a buscar porque veíamos que sus amigas también estaban en esa misma onda, pero ninguna de ellas era tan demandante como ‘Mica’, que era más rebelde”, resumió con lágrimas en sus ojos.

Sin prisa, pero sin pausa, prosiguió con su relato: “Tengo intacta en la memoria la última vez que la vi con vida y fue mientras me encontraba cuidando a mi nieta recién nacida porque mi nuera había sido operada de un pequeño quiste. Micaela se metía en el changuito de su sobrina a modo de juego, pero demostrando que estaba totalmente celosa de la nueva integrante de la familia”.

“En esa ocasión me dijo ‘mamá, yo te amo’, algo que viniendo de ella que era muy demostrativa no resultaba extraño, pero veníamos con una relación un tanto tirante. Se fue a su pieza y fue la última vez que me habló, eran alrededor de las 23 del viernes. A la mañana del sábado me fui a trabajar, no sin antes abrir la puerta de su habitación para hacer lo que acostumbraba que era darle un beso”, lanzó, con un nudo en la garganta.

Sumamente descriptiva, Mónica no dudó en contar que “ese día, vi su silueta en la cama y para no despertarla porque mi mamá se quedaba al cuidado de mi nieta y no cargarla con más trabajo, opté por no acercarme a ‘Mica’ y solo mirarla a la distancia. Un par de horas más tarde, alrededor de las 10, me llamaron para decirme que mi hija se había ido, por lo que dejé lo que estaba haciendo que era descargar el camión en el vivero y fui raudamente a casa”.

“Mi mamá, llorando, me comentó que Micaela me había dejado una carta en la que decía que nos amaba mucho, que la perdonemos, que no era una buena hija y se había ido con una amiga de White. Ese último dato nos desorientó porque ella no tenía ninguna amiga allá, obviamente sentíamos que algo no estaba bien”, dijo, reviviendo el trauma que la va a acompañar hasta el último día.

Ya no importaba qué día de la semana era, tampoco la hora, su único objetivo era encontrar a su hija: “A partir de ese momento todo se resumía a recorrer las calles para buscarla, siempre digo que los bahienses tuvieron la mejor de las intenciones, pero también es cierto que a ‘Mica’ se la veía más de 14 veces al día en puntos distantes de la ciudad. No faltaba aquella persona que afirmaba que la había corrido y se le escapó, cosas que hoy no se pueden entender”.

“La búsqueda no estuvo bien encarada, todos estaban desorientados, pero creo que a partir del caso de mi hija se creó un protocolo diferente para este tipo de casos. Cuando vi tanta desorganización, que las autoridades no sabían cómo encarar esta situación, acompañé los rastrillajes, le pedí al comisario (Gustavo) Maldonado que me informe en qué cuadrícula iban a buscar para estar presente”, evocó, en lo que respecta a los momentos cruciales del operativo.

Consultada en relación a sus sensaciones por entonces, Cid “Me enojaba mucho porque creía que se podía haber optimizado mejor el tiempo, fue algo terrible. Al sexto día de la desaparición, en la escuela de ‘Mica’ me dieron la figura de una virgencita viajera como le llamaban porque iba a todas las casas y en ese momento sentí que me derrumbaba, un vacío enorme que no podía explicar en palabras”.

“Aquel lo considero un momento de quiebre porque percibí la desconexión, seguida de la negación de lo que me estaba sucediendo, fue un desprendimiento, aunque esa carga emotiva no me quitó las fuerzas para continuar con la búsqueda”, argumentó, tratando de dar el mayor lujo de detalle posible.

El momento cúlmine se vivió el 23 de abril de 2016: “El día que encontraron su cuerpo yo estaba en la DDI y me mandan un mensaje donde me aseguraban que habían encontrado a mi hija quemada en el Saladero y ya era un dato que había ganado las redes sociales. Lo primero que se me ocurrió fue resguardar a mis padres porque sabía que mi hijo andaba con mi hermano buscándola, estaba contenido y cuidado”.

“Como no me dejaban salir de la DDI, pese a que sentía que el dato que circulaba era erróneo, me quedé a esperar a Fernanda Petersen, pero pedí que traigan a mis padres para estar cerca de ellos. A los pocos minutos llegó la abogada, se arrodilló y me confirmó que habían encontrado a ‘Mica’ muerta”, infirió al borde del llanto.

Sumida en el profundo dolor, Mónica puntualizó que “estaba con mi hermana y no podía entender lo que me estaba diciendo porque para mí no estaba la posibilidad de que ese fuera el desenlace. Terminé en la guardia de un hospital, me dieron un calmante para dormir, a las horas me desperté sin entender nada”.

“Solo recuerdo que me habían llevado en el auto de mi hermano a un lugar con la intención de poder ver su cuerpo. También tengo la imagen de que en mi casa había mucha gente, entre ellos el intendente de ese entonces (Héctor Gay) que se arrodilló y me pidió disculpas, acompañado por una autoridad política de la Provincia vinculada con el área de Seguridad”, destacó Cid, tratando de ser precisa con ciertas imágenes que permanecen borrosas en su mente.

La protagonista de esta nota de la sección “De Ayer A Hoy” debió cambiar el chip porque su búsqueda ahora era en virtud de hallar justicia: “Seguía sin comprender porque muchas veces solicité que no se detenga la búsqueda y en ese momento percibí que el tiempo me estaba dando la razón, que durante todo ese lapso hubo muchas contradicciones. Insistentemente les había dicho que alguien se había llevado a mi hija”.

“La sanción de la Ley Micaela me fortaleció; todo comenzó a través de unas mamás que son las que indujeron la tipificación del delito de Grooming y llegaron a Bahía Blanca para reunirse conmigo. El fiscal Rodolfo De Lucía puso en la causa esa palabra tan desconocida para todos nosotros y que tenía que ver con la captación de menores que me llevó a investigar sobre el tema”, corroboró con tono firme.

Su involucramiento fue total: “Empecé a ir a las charlas, habían pasado solo tres meses de la muerte de mi hija y estas madres integrantes de la ONG Mamá En Línea lo primero que hacen es pedirme perdón, a través de la presidenta de esta entidad, argumentando que no habían llegado a tiempo. Se trataba de mujeres que habían sufrido lo mismo que yo, pero que tenían a sus hijas vivas e impulsan la Ley de Grooming”.

“Manifestaban que no habían encontrado eco positivo para generar acciones preventivas porque se hablaba de ese delito cuando ya ocurrieron. Terminé encadenada en el Congreso porque sentía que nuestros hijos no valían nada, era terrible escuchar como los legisladores votaban el día anterior algunas normas que no tenían relevancia. La Ley se sancionó y que lleve el nombre de mi hija en materia de prevención es un verdadero halago”, suspiró Cid.

Otro punto neurálgico de este camino fue el debate oral: “Respecto del juicio contra Jonathan Luna fue una situación terrible, me preparé para ese momento, tenía todos los detalles de la causa, hasta los más dolorosos de la autopsia. No había manera de que se diera vuelta el asunto, tenía todo estudiado, me interioricé sobre quiénes eran los testigos”.

“Nunca levantó la vista, le habían dado esa orden y por eso no pude mirarlo a los ojos, permaneció con la cabeza gacha. Le dejé en claro que me iba a dedicar a averiguar cómo pasaría el resto de sus días y hoy siento una enorme impotencia porque sé que pese a estar preso está mucho mejor que nosotros. Luna goza de derechos, cosa que ‘Mica’ no tuvo”, se quejó con la misma desazón del primer día. 

Por último, Mónica reconoció que “no hay un día que no recuerde a mi hija, después de un tiempo su habitación se convirtió en la pieza de mis nietas, empecé a desprenderme de casi todas sus pertenencias. Regalé algunas cosas a sus amigas, otras se las ofrendé a familiares y el resto lo donamos. La carta que escribió ‘Mica’ quedó en el expediente, prefiero quedarme con su cuaderno de primer grado”.

La sección “De Ayer a Hoy” pretende reflejar testimonios de alto impacto que no siempre son motivo de regocijo. Pese a ello, la valentía de Mónica Cid es una clara muestra de una fortaleza propia de una mujer capaz de capitalizar positivamente lo más desgarrador que le puede presentar el destino, con la única intención de ser la cara visible de una cruzada en la que la búsqueda de justicia es el único propósito. 

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