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Las misceláneas de una versátil artista que delega su saber sin egoísmo

Norma Rodríguez acredita una extensa trayectoria en la pintura y el dibujo. Sus logros en la docencia. Su amor por la fotografía. Y una reflexión: “Es un privilegio que Bahía tenga cinco escuelas de estética”.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

La protagonista de esta entrega llegó al mundo desde un pequeño pueblo y encontró en el traslado a Bahía Blanca la oportunidad de darle alas a su talento innato para el arte. Gracias a la visión de sus padres, que apostaron por un futuro lleno de posibilidades, pudo canalizar desde temprana edad su pasión por el dibujo y la pintura. Su creatividad y sensibilidad artística se convirtieron no solo en una forma de expresión, sino también en un medio para conectar con el mundo que la rodeaba.

Su vocación docente fue floreciendo mientras continuaba desarrollando su formación. Participaba activamente en eventos artísticos locales, donde no solo exhibía su obra, sino también compartía sus conocimientos con entusiasmo. La tragedia golpeó su vida con la pérdida prematura de su esposo, dejando a cargo a sus tres hijas. Sin embargo, lejos de abandonar sus sueños, encontró en el arte y la enseñanza un refugio para mantenerse firme y enfrentar las adversidades con valentía.

El equilibrio entre sus roles de madre y profesional nunca la desvió de su esencia creativa. Cada trazo y pincelada fueron testigos de su resiliencia y de su capacidad para transmitir esperanza a quienes la rodeaban. Sus talleres de arte no solo son un espacio de aprendizaje, sino también de inspiración para generaciones jóvenes que ven en ella un ejemplo de perseverancia y amor por lo que se hace. Extensamente reconocida dentro del ambiente, Norma Rodríguez colorea su trayecto en “De Ayer A Hoy”.

“Nací y viví hasta los siete años en Maquinchao, el pueblo con las temperaturas más bajas, en promedio, de todo el país. Es un lugar que suele salir en las noticias todos los inviernos por este récord vinculado con el frío”, manifestó Rodríguez al inicio de la charla con el cronista a cargo de esta sección.

Y repasó que “después, junto con mi familia compuesta por mis padres, ambos españoles que llegaron luego de la guerra, y mis dos hermanos mayores, nos radicamos en Bahía Blanca para que el más grande de ellos pueda comenzar la secundaria acá. Además, tengo una hermana del primer matrimonio de mi padre viviendo en España”.

“Solo dos grados de primaria cursé en mi localidad rionegrina natal e ingresé a la Inmaculada donde completé no solo ese nivel, sino también la secundaria. Luego hice el Magisterio Normal Superior en el Instituto Avanza, más tarde el Magisterio en Artes Visuales, el profesorado de Escultura, de Pintura Superior y siendo más adulta, retomé los estudios con mis hijas casi adolescentes y cerré la Licenciatura en el Instituto Universitario Nacional del Arte”, dijo.

Consultada respecto a cómo afloró su predilección por esta materia, se remontó al pasado: “Los años viviendo en el pueblo ya marcaban el rumbo que iba a desandar, dibujaba absolutamente todo, en el portón donde mi papá guardaba su camioneta o en el galpón del campo donde trabajaba, hacía todo tipo de figuras con tizas”. 

“El arte me acompañó desde muy chiquita, desde que tengo registros, siendo algo así como la ‘oveja negra’ de la familia porque mis hermanos son contadores, al igual que mi cuñado y tengo sobrinos que son abogados”, destacó la entrevistada, con una sonrisa en su rostro, como la de aquel que comete una travesura. 

“Si bien el arte atravesó toda mi vida, hubo un momento en el que barajé la posibilidad de seguir Derecho, pero mis papás que se habían radicado en Bahía Blanca para que pueda estudiar, bajo ningún aspecto me dieron el visto bueno para irme. Es que en ese tiempo no estaba la carrera en la ciudad y debía cursar lejos de casa”, explicitó, en otro tramo de la nota.

No obstante, lanzó enfáticamente que “la pintura y el dibujo fueron las ramas del arte en las que mejor me he desenvuelto en todo este tiempo, inspirada en algo que me pasó cuando tenía apenas diez años, cuando compraba una colección que salía en los kioscos”.

“El primer fascículo de la revista que recibí estaba orientado al Renacimiento, por lo que me convertí en fanática de Miguel Ángel con la particularidad de que una de mis tres hijas está viviendo en Florencia, la ciudad italiana que fue cuna de este movimiento”, infirió Norma, ya algo más distendida.

En ese sentido, recalcó que “la Historia del Arte es algo que me fascina, a tal punto que es la materia que dicto en la actualidad y empecé desde muy chica a dar clases. Primero en un taller en mi casa para niños, luego con apenas 17 años surgió la posibilidad en el Instituto Ideaa cuando recién empezó, de la mano de Carlos Gómez, un ser maravilloso”.

“Recuerdo que la posibilidad surgió gracias a que un señor me recomendó y cuando me escucharon hablar se dieron cuenta de que podía estar al frente de un curso, con alumnos muy grandes de edad. Me considero docente y artista, lo primero ha sido mi metié para poder vivir del arte que es mi pasión en todo”, se definió, haciendo la salvedad entre ambos perfiles.

Ese espíritu inquieto la define y le permite experimentar nuevas alternativas: “Ahora que estoy más involucrada en la fotografía tengo el ojo preparado para observar cómo algo puede verse de una forma más metafórica. Cada vez que voy a una galería lo disfruto como un chico dentro de una juguetería y tuve la suerte de viajar en más de una ocasión a Europa, he podido exponer mis obras no solo acá en Bahía, sino también durante un lapso que viví en Neuquén”.

“Este año hubieron fotografías y pinturas mías en el espacio que la Universidad Nacional del Sur tiene sobre calle Rondeau, siempre que puedo participo, quizás no puedo entregarme como quisiera porque la docencia demanda tiempo”, argumentó Rodríguez, respecto de la causa que le impide estar más involucrada con esta rama del arte. 

Sin embargo, rescató ciertas ventajas: “La fotografía te concede la chance de exponer de manera virtual, por eso trato de formar parte de distintos grupos que me permiten no quedarme quieta. Incluso uno puede vender su material, algo que resulta más difícil con la pintura porque tiende a encariñarse con el trabajo que realizó y cuesta más desprenderse”.

“Pese a lo que la gente puede suponer, la fotografía tiene su costado abstracto porque primero se toma una referencia y luego, con el mismo lente, hacés una reducción de eso, más allá de que también se la puede trabajar en edición, que no es lo que más me gusta”, acotó.

El destino la obligó a sortear ciertos obstáculos, aferrada a su pasión: “Siempre tuve mucho trabajo, lo atribuyo a que a nivel docencia siento pasión por lo que hago y comencé desde muy joven en el Instituto hasta que cerró sus puertas. Además, me casé jóven, tuve tres hijas y por desgracia perdí a mi esposo que falleció de manera prematura, por lo que no me quedaba otra que trabajar debido a que fui el sostén de la familia”.

“En un momento incursioné laboralmente como decoradora de interiores que es otra variable que me gusta mucho y tiene que ver con lo mío. Sin embargo, con el tiempo me di cuenta que para tener cierta estabilidad económica necesitaba algo más estable, por lo que me enfoqué más en ser profesora”, rememoró Norma.

Su descendencia comparte los mismos gustos y saberes, aunque aplicados en otras corrientes: “Mis dos hijas gemelas son diseñadoras de indumentaria de alta costura y tienen su marca Caro & Caro, han participado de Fashion Week con Héctor Vidal Rivas que es la mano derecha de Mirtha Legrand. La mayor es Ingeniera Civil, pero también le gusta mucho lo artístico y está viviendo en Europa”.

“A futuro estoy preparando lentamente mi jubilación para dedicarme más enteramente a producir, tengo taller de pintura en casa pero me gustaría ampliar la carga horaria. Me agrada trabajar con gente mayor, más allá de que una gran parte del tiempo me dediqué a enseñar a niños”, enunció, ingresando al segmento final de este ida y vuelta.

Asimismo, redobló la apuesta: “Otro objetivo es seguir aprendiendo sobre fotografía y, al mismo tiempo, como este año me recibí en la carrera de Perito Superior en Grafología por lo que quiero explorar esa parte también. Siento que tiene mucho que ver con lo mío porque hacés un dibujo y siempre algún significado tiene, en estos cuatro años aprendí a interpretarlos. Algo conocía desde la composición del arte y su morfología que ya te dicen algunas cosas, pero lo pude profundizar con este nuevo título”.

“En general, creo que los tiempos cambiaron, mi papá quería que estudiara algo serio porque tenía miedo que no pudiera valerme por mí misma. Como también ya no existen los preconceptos y prejuicios sobre el ambiente, considero que los jóvenes eligen más libremente, es raro que si les gusta el arte elijan otra cosa”, afirmó.

Por último, ponderó lo que ocurre en la ciudad, al corroborar que “tenemos la gran suerte de contar con cinco escuelas de estética a nivel superior, infinidad de muestras y exposiciones, además de los eventos en el teatro y esa es una gran ventaja para los chicos de hoy”.

Hoy, con la misma pasión que la impulsó desde niña, Norma Rodríguez sigue imaginando nuevos proyectos que la conectan con su comunidad y mantienen viva la chispa que ha guiado su vida. Sus ganas de explorar, enseñar y crear permanecen intactas, siendo el reflejo de una vida entregada al arte y al impacto positivo en las personas que tienen el privilegio de conocerla.

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