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"Un día a la vez": Natalia y Emilia, a un año de la catástrofe que marcó sus vidas

Natalia Burtre es sobreviviente de la tragedia en el club Bahiense del Norte. Ella misma encontró a su esposo inerte entre los escombros. En un diálogo profundo cuenta cómo transitó este año y anticipó que decidió no hacerle juicio a la entidad.

Natalia y Emilia hoy. La niña sigue patín y no hicieron juicio al club.

Cecilia Corradetti / La Brújula 24 / [email protected]

“Fue un año muy difícil. Luego de ese 16 de diciembre a Emilia y a mí nos cambió la vida. Siempre nos mantuvimos unidas gracias a Dios, pero nos cambió por completo. Nosotras teníamos un gran compañero que nos guiaba, nos cuidaba, nos mimaba. Ese era Diego, mi marido y papá de mi hija”.

Con un recuerdo desgarrador pero con la resiliencia de una guerrera, Natalia Burtre logró ponerse de pie tras aquel día fatídico de hace hoy un año. Tras meses de licencia retomó su trabajo y sigue acompañando a su hija en el mundo del patín y en el mismo club donde vivieron la peor tragedia. “Decidimos no hacer juicio. Es la segunda casa para mi hija Emilia”, dijo Natalia en diálogo con La Brújula 24.

Diego Casatti tenía 45 años y era papá de tres hijos, Enzo, Bruno (de un matrimonio anterior) y la pequeña Emilia, a quien había ido a ver patinar.

Natalia junto a Emilia y sus hermanos. Todos lo añoran, aunque la vida sigue, dijo.

“La vida sin él es difícil y después de un año la herida sigue abierta. Duele, pero uno aprende a vivir con ese dolor y trata de que cada día sea un día a la vez. Esa es una frase que me tatué en el brazo donde Diego y yo teníamos otro tatuaje. Ahora, del otro lado, tengo esas palabras inspiradoras que no me dejan caer”, señala.

Natalia, que es docente, agrega: “Todos los días me levanto con el propósito de no fallarle a mi hija, porque soy lo único que le queda. Sus hermanos tienen a su mamá, que está en pareja, con una vida formada. Extrañan a su papá, lo necesitan, pero ellos tienen un pilar. Nosotros nos quedamos sin él, y es una pérdida que duele, que se siente y que se extraña”.

“Con Emi tuvimos la posibilidad de ir a una médium, y él pudo canalizarse a través de ella y darnos un mensaje. Sabemos que está al lado nuestro, que nos sigue cuidando, protegiendo, y amándonos como el primer día”, reflexiona con emoción.

‒Natalia ¿Cómo fue la vida después de él?

‒Difícil. Nos tocó mudarnos, cambiarnos de casa, lidiar con papeles, pensión, auto, y cosas que se hacen cuando una persona ya no está. Con Emi tratamos de llevar una vida tranquila. Ella sigue patinando; ama su club, lo considera su casa. Decidimos no hacerle juicio al club, y hemos recibido ayuda de su parte. Más allá de eso, mi hija dice que el club es su casa. Este año salió tres veces campeona regional, campeona provincial, segunda en el selectivo, y en octubre representó a Bahía Blanca y Buenos Aires en un torneo nacional. Quedó 4ta entre 68 patinadoras. Es un orgullo para su papá y para mí, que sé de sus batallas, dolores y luchas.

Emilia cosechó muchos logros de patinaje durante este año de dolor y aprendizaje.

‒¿Cómo lo sobrellevó su hija?

‒A Emi no se le hace fácil y siente cada vez más la ausencia de su papá. Estamos ambas con tratamiento psicológico, y yo también con psiquiátrico. Volví a trabajar después de seis meses, pero ahora en tareas administrativas, hasta febrero. A contraturno limpio casas y cuido chicos, porque con un sueldo no alcanza, y menos pagando alquiler y criando a una hija adolescente.

‒¿Cómo transita este día?

‒Este lunes tenemos el memorial en la Plaza Rivadavia y la misa. Emi decidió no ir; es como su papá, muy reservada con estas cosas, y la entiendo. En agosto falleció mi mamá, justo el 16, la noche que la fui a cuidar. Falleció delante mío. Otro 16 más, como si ese número en el almanaque significara dolor y pérdida.

‒¿Cuál es su reflexión?

‒Siempre digo que lo que nos pasa no ocurre por algo, sino para algo. Yo pasé por muchas etapas, pero nunca por el enojo. Creo que todo nos deja una enseñanza, aunque nunca sepamos por qué. Hay días en que me caigo, me quedo en la cama, lloro mucho. Otros días agradezco estar viva, tener a mi hija, y poder trabajar. La vida es esto: continuar, estar bien para los demás. Aunque llevo mil heridas en el corazón, me sostengo de ese dolor para seguir viva y dar lo mejor de mí.

‒¿Cómo se levanta cada mañana?

‒Diciéndome a mí misma: “Un día a la vez”.

Fanático de River Plate, compañero y dedicado

Diego era fanático de River Plate y empleado municipal. Padre ejemplar, compañero y dedicado, justamente por eso el sábado 16 de diciembre de 2023 quiso estar temprano en el show que iba a realizarse en el club Bahiense del Norte donde actuaba su hija.

Era un día raro. Caluroso al extremo, húmedo. Las nubes amenazaban y había una calma diferente, la que antecede al desastre, recordó su esposa Natalia en la entrevista que La Brújula 24 le hizo luego del desastre.

“Ya ubicado en las gradas”, le escribió a su esposa por WhatsApp, a las 19.22. Nunca imaginó que sería el último mensaje de su vida. Menos aún que el lugar que consiguió para poder ver de cerca a su hija iba a convertirse en una trampa mortal. La tragedia se coló en su vida minutos después, cuando el techo de la cancha se “infló” y se desplomó por completo sobre muchas personas. Trece espectadores murieron y 14 resultaron heridos de gravedad.

Diego y la sonrisa de siempre junto a Natalia en una de las últimas fotos juntos.

“Entramos al vestuario, hacía muchísimo calor. Tanto, que hasta llevé un ventilador. Había que ayudar a peinar a las nenas, maquillarlas. Yo sabía que él estaba haciendo la fila. Primero empezó a llover y el comentario era el agua que caía y retumbaba en el techo. De repente la gente empezó a correr, a gritar, a pedir que saliéramos. Se cortó la luz y todo era confusión”, evocó en aquella charla.

“Tomé a Emilia de la mano y salimos con toda la gente rumbo a un quincho que hay adelante. Allí protegimos a las nenas. El agua ingresaba por todos lados y estábamos a oscuras. No sabíamos qué pasaba del otro lado, si era un derrumbe, una inundación o un incendio”, relata.

“El evento ocurrió en la cancha 3, donde habíamos trabajado muchísimo con otros padres y profesores. Mi hija se daba cuenta de que su papá no había ido a auxiliarla y que algo sucedía”, repasó.

Y allí sorteó lo peor de su vida: Natalia se arremangó el vestido con un nudo adelante y avanzó a paso firme para ver qué ocurría. Descalza, ingresó al lugar del derrumbe sin medir consecuencias.

“Ya el profesor había hablado de una pared derrumbada pero sin alarmar a la gente. Nos dijo que algunos padres estaban ayudando. El cuidador del club me ofreció ayuda para buscar a mi esposo en medio de las sirenas de las ambulancias, de los gritos y de la gente que corría lastimada. Tengo la imagen de un cielo naranja y del agua que entraba con violencia al club”, rememoró.

Natalia contempló, finalmente, la imagen del cuerpo ya sin vida de su esposo en medio de los escombros.

“Se fue mi compañero, el amor de mi vida y el papá de mi hija. Una persona con temple, empuje, tajante, correcta. Todavía está su aroma en casa y escucho sus canciones mientras miro sus fotos. No puedo creerlo”, finalizaba la entrevista a un mes de su partida.

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