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De Ayer a Hoy

"Harry" Agesta: "En la gestión, prioricé lo cultural por sobre lo artístico"

Así explicó la impronta de su paso en la función pública. El boom y el triste final del pub que tuvo en Capital. Los años produciendo a Maximiliano Guerra. El recuerdo de su mamá Nela. Y un presente más que activo.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

Se llama Jorge, pero casi todos lo conocen por su apodo. Desde niño mostró un talento innato para la música, lo que lo llevó a buscar horizontes más amplios fuera de su ciudad natal, Bahía Blanca. Instalado en Buenos Aires, se sumergió en la efervescente movida cultural de los años 80 y 90, donde no solo desarrolló su arte, sino que también estableció lazos con importantes personalidades del ambiente artístico. 

Fue dueño de un emblemático pub que marcó una época en la noche porteña, aunque el auge de las drogas en ese entorno lo llevó a tomar la difícil decisión de cerrar sus puertas, privilegiando su integridad y valores por encima del éxito económico. Durante años, compartió su camino con Maximiliano Guerra, una figura icónica de la danza, lo que le permitió explorar nuevas formas de expresión artística y ampliar su visión cultural. 

Su colaboración con Guerra no solo enriqueció su perspectiva, sino que también le abrió las puertas a escenarios de prestigio, donde la música y la danza se encontraron para crear obras memorables. Esta etapa le permitió consolidarse como un creador integral, capaz de trascender las fronteras de su disciplina. De regreso a su ciudad natal, supo reinventarse sin perder su esencia. Hijo de una de las mujeres más notables de la historia bahiense, en LA BRÚJULA 24 nos damos el lujo de ahondar en todo ese trayecto.

De izq. a der. abajo Fabián Petrosino, Eduardo Haspert; al centro Hugo Kern, arriba "Lito Vitale", Agesta y Alejandro Dinamarca.

“Soy el mayor de cinco hermanos varones y fueron ellos los que me apodaron ‘Harry’. Nací en Bahía Blanca el 8 de agosto de 1960. Hasta que cumplí dos años viví en Darregueira al 500, mientras mis padres construían su casa en Donado al 600, donde finalmente nos mudamos, todo dentro del mismo radio, en el que pude hacer muchos amigos”, reflexionó al inicio de la conversación con el cronista a cargo de la sección “De Ayer A Hoy”.

Y añadió: “En la Escuela Nº 34 de Fitz Roy y Ángel Brunel pasé los mejores años de mi vida, con un grupo humano excepcional al que recuerdo mucho y, si bien no nos reunimos, cuando nos cruzamos recordamos aquellos momentos. En paralelo, estudiaba piano desde muy chico, dibujo y pintura y jugaba al básquet en el Club Estudiantes que fue mi segunda casa”. 

“Vivía a una cuadra y media, iba a las tres de la tarde y me quedaba ahí hasta la caída del sol. La secundaria la cursé en el Colegio Don Bosco. Luego, comencé a estudiar Agronomía, una carrera que me gustaba mucho y, en paralelo, hice el profesorado en el Conservatorio de Música”, recordó Agesta, sobre aquellos años donde comenzaba a forjar su destino.

Asimismo, agregó que “me integré como tecladista al grupo llamado AYKERHAS, en el cual nos sumamos junto con Fabián Petrosino a lo que era la formación original. Hacíamos rock progresivo, en una etapa en la que no había muchas bandas de ese estilo, entre las que se destacaba una llamada Mate conformada por ‘El Ciego’ Moreno, Pedro Giorlandini, Ramiro Musotto, ‘El Laucha’ Iencenella y, en los comienzos, Oscar Liberman”. 

“Eran los albores de la década del 80 antes del regreso de la democracia y estábamos influenciados musicalmente por Pink Floyd, King Crimson, Yes, Genesis, Deep Purple y Led Zeppelin. En determinado momento me instalé en Capital junto con el grupo porque habíamos sido seleccionados por una productora junto con La Torre, banda en la que estaba Patricia Sosa, después de haber enviado un casete con nuestro material”, evocó “Harry”, en relación a aquel instante donde se codeó cara a cara con la popularidad

No obstante, acotó que “Fabián Petrosino, que ya estaba allá, nos insistió a todos para que viajemos porque estábamos ante una posibilidad inigualable. Nos fue relativamente bien, pero no llegamos a trascender, en mi caso permanecí en Buenos Aires cuatro años, siendo el que más se quedó de todo el grupo”.

El Grupo Aykerhas, en Empleados de Comercio, una presentación en 1982.

“Tuve un pub en pleno barrio de Belgrano, en un lugar donde estaba toda la movida nocturna de esa época. Allí tocaron bandas como Los Ratones Paranoicos, la propia Patricia (Sosa), que vivía junto a Oscar (Mediavilla) a pocos metros de nuestro local. Junto con mis dos socios, uno de ellos mi hermano ‘Beto’ lo terminamos cerrando luego de cuatro años porque no queríamos vender ciertas sustancias en el pub”, se lamentó el entrevistado.
Luego, aseveró que “recibimos presiones, pagaban para que no salieran nuestros avisos en el diario, hasta que un día rompieron las puertas del lugar y todo lo que había adentro. Fue en ese momento en el que decidimos bajar la persiana definitivamente, fue muy angustiante y creo que tiene que ver con que nosotros éramos bastante tiernos. Hoy existen otras formas para manejar esta clase de situaciones”.
“Ante este panorama, regresé a Bahía Blanca, me casé y empecé a trabajar como docente, hasta que me convertí en productor artístico del Hotel Provincial de Sierra de la Ventana, dos años antes de que abriera el casino dentro de esas instalaciones. Fui incorporado para que me encargue de programar los espectáculos y todo lo referido a ese menester”, refirió, ya ingresando al segmento más destacado de este ida y vuelta.

En 1987, "Harry" junto a Alberto Agesta y Miguel Gomiz, todos miembros del Grupo Agosto.

El sacrificio de “Harry” valió la pena, porque luego iba a surgir una tentadora propuesta: “De lunes a jueves me quedaba en Bahía dando clases y los tres días restantes estaba en Sierra. Al poco tiempo, Jaime (Linares) con quien me unía un vínculo de muchos años y al cual ayudaba cuando ejercía su labor como agrimensor, un día que cruzábamos la Plaza Rivadavia y antes de asumir como intendente me preguntó si lo acompañaría en la gestión”.

“Acepté y me hice cargo del puesto de coordinador de todas las áreas artísticas de la Secretaría de Cultura y luego pasé a ser director del Teatro Municipal. Estaban también Ricardo Margo, Andrés Duprat y Emma Vila. Me tocó integrar el equipo de trabajo durante los 12 años de Linares como jefe comunal”, advirtió con firmeza en su voz.

Consultado respecto a cómo se lleva adelante la tarea en el ámbito público, Agesta afirmó que “gestionar no es fácil en ningún lugar, ni siquiera teniendo plata, pero cuando te acompaña la gente con la que trabajás, se simplifica mucho y podés concentrar las energías en un objetivo común. Es innegable que en Bahía Blanca hay mucha gente talentosa, pero en mi caso me dediqué más a lo cultural que a lo artístico”.

En Estambul, junto al maestro José María Ulla y su representante, en el año 2000.

“Hay algunas personalidades que cumplen ambas facetas como es el caso de ‘La Negra’ (Mercedes) Sosa, que fue una mujer icónica, al igual que ‘El Polaco’ Goyeneche y Aníbal Troilo. Estos se diferencian de otros que han tenido una gran trascendencia pública, pero que no llegaron a ser importantes en la historia”, diferenció, mientras bebía el último sorbo de su taza de café.

Una alternativa iba a surgir a partir de los contactos que fue cosechando con el paso del tiempo: “En 2003 finalicé mi gestión en el ámbito público de la ciudad y me fui a Buenos Aires para ser el productor de Maximiliano Guerra. Fueron casi tres años junto a él organizando las giras, negociando sus contratos, el rol de un gerente general al que luego se sumó un abogado y un contador. Viajamos a Milán, recorrimos Sudamérica y toda la Argentina”.

“Durante el recorrido aprendí mucho sobre danza clásica, aunque solo podía darle una opinión a Maxi respecto de la reacción del público ante determinadas coreografías. No pude continuar con él porque se produjo la tragedia de Cromañón, nadie iba a ningún espectáculo y se cortó todo”, recalcó, aún con un dejo de tristeza.

Resiliente como pocos, volvió a reinventarse: “Económicamente no era redituable, por eso volví a mi ciudad sin ninguna propuesta firme. Lo primero que surgió fue el programa Cine más Libros con Gustavo Mandará y la gente de Codimat. Una propuesta hermosa que proyectaba una película que estaba inspirada en un texto, íbamos a todas las bibliotecas de la ciudad, sean céntricas o de la periferia”.

“En 2007 comencé a hacer FISA, justo cuando vino Julio Bocca para su gira de despedida. Siempre fui productor artístico del evento y desde el año pasado me convertí en el productor general. Además, hace un par de años comenzamos con Teresa Prost y Myriam Bahntje a hacer La Feria del Libro, movida a la que luego se unió la Cooperativa de Trabajo Trafkintu”, expresó, al enumerar otro de los ítems que lo enorgullece.

Su experiencia lo coloca en un sitio donde la satisfacción pasa por iniciar procesos y luego dejar que tengan su propio vuelo: “En mi caso ocupo el rol de un asesor porque la idea para esta etapa de mi vida es poner en marcha un proyecto determinado y una vez que el mismo está andando, hacerme a un lado con el objetivo de dejarle el lugar a otras personas para que lo sigan desarrollando”.

En el tramo final, le dedicó unas palabras a Nela, la fundadora del Hogar Mamá Margarita, quien abandonara este mundo hace algo más de un año: “Puedo hablar de ella según lo que fue como mamá, dando la vida por toda la familia, ofreciendo su mano si era necesario y poniendo al otro por encima de ella misma. Uno veía su obra desde el seno íntimo, se observa de otra manera todo lo que hizo, porque el hecho de que una madre dé todo por sus hijos es algo natural”.

“Pasé por todos los estados, cuando ella y mi papá comenzaron con su cruzada solidaria, me tocó encontrarme viviendo en Buenos Aires. Como todos saben, cuando él falleció, ella continuó con la obra, yéndose a vivir al hogar que estaba al lado de su casa. Por un momento, parecía que se estaba yendo del lado de la familia, pero rápidamente me di cuenta que no era así, que era una circunstancia”, aseguró “Harry”.

Y fue aún más allá: “Nunca me sorprendió la actitud que tomaron mis padres porque ellos instalaron el comedor con todo lo que había quedado del supermercado luego de fundirse económicamente. Nos preguntaron qué pensábamos al respecto, ninguno de nosotros mostró una objeción. En ese momento tenía 26 años, ya había hecho el servicio militar, y mi hermano más chico 16, pero mi opinión no tuvo un valor superior a la del resto de mis cuatro hermanos”.

“Hay un valor de mi mamá que la pinta de cuerpo entero porque ella podía estar charlando con alguien, pero si llegaba alguno de sus hijos o sus nietos, dejaba todo para dedicarle el tiempo que sentía que debía pasar con nosotros. No importaba con quién estaba reunida, su entorno más íntimo estaba por encima y así fue siempre”, concluyó lleno de satisfacción.

La llama permanece encendida, a través de iniciativas colaborativas, continúa dejando su huella en el ámbito artístico, siempre fiel a sus principios y dispuesto a inspirar a nuevas generaciones. Lleva en los genes la solidaridad, esa que le imprimieron sus padres y se preocupa por mantenerse actualizado. Eso es “Harry” Agesta, un ser necesario para darle un salto de calidad a esta ciudad.

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