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Marta Bertín, una médica que se propone transferir todo lo que aprendió

Tuvo notoriedad durante los cuatro años en la dirección del Hospital Penna. La cercanía con Favaloro. “Sin la nueva guardia construída durante nuestra gestión, no sé cómo hubiéramos atravesado la pandemia”, reflexionó.

Por Leandro Grecco
Facebook: Leandro Carlos Grecco/Instagram: @leandro.grecco/Twitter: @leandrogrecco

La protagonista de esta edición de la sección “De Ayer A Hoy” siempre mostró una vocación inquebrantable por el servicio médico, lo que la llevó a dejar su hogar para seguir sus estudios. En su adolescencia, se internó como alumna pupila en un colegio de Bahía Blanca, mostrando desde temprano un gran sacrificio y dedicación. Esta decisión fue el primer paso para alcanzar su gran sueño: convertirse en una profesional de la medicina, objetivo que cumplió al continuar su formación en la ciudad de La Plata.

Se destacó y obtuvo una sólida formación médica. Tras finalizar sus estudios, regresó a Bahía Blanca, ciudad donde creía que aún había mucho por hacer en el ámbito de la salud pública. Ya de vuelta, no solo practicó su especialidad médica, sino que también comprendió la importancia de la gestión en los hospitales. Esto la llevó a perfeccionarse en administración hospitalaria, con el objetivo de ocupar un rol directivo que le permitiera impactar de manera más amplia en el sistema de salud.

Su compromiso y capacidad de gestión la llevaron a asumir, durante cuatro años, la dirección del Hospital Penna, uno de los centros médicos más influyentes del sur argentino. Bajo su liderazgo, el hospital atravesó momentos de transformación y crecimiento, consolidándose como una referencia en la región. Durante su mandato, promovió el acceso a la salud, mejoró la infraestructura y trabajó estrechamente con el equipo médico, siempre buscando brindar un servicio de calidad a la comunidad.

“Nací en La Plata, a los dos años me mudé con mi familia a General San Martín, La Pampa, el secundario lo hice pupila en el Colegio María Auxiliadora, volví a la ciudad de las diagonales a estudiar Medicina, para luego regresar acá a realizar la residencia, lugar en el que me radiqué definitivamente”, sostuvo Bertín, ante la primera pregunta sobre sus raíces.

Y agregó: “Mi mamá era maestra, mi papá médico rural y junto a mis dos hermanos mayores nacimos en La Plata porque él estaba terminando su especialidad. Al igual que mi mamá, eran de Jacinto Aráuz, con la particularidad de que René Favaloro fue familiar directo mío, mi abuela materna y su mamá eran hermanas”. 

“Lo conocí, lo vi en varias oportunidades, tal es así que con mi esposo lo trajimos a Bahía a que dé una charla sobre educación en la Universidad Nacional del Sur en 1995. Teníamos bastante trato con él, era una persona de primera, siempre ayudando, atento a su familia y muy humano”, resaltó, sobre la figura de uno de los máximos referentes científicos de la era moderna a nivel mundial.

Incluso, recordó que “René, durante muchos años no había regresado a Jacinto Aráuz porque pasó un largo tiempo en Estados Unidos,  luego en Buenos Aires con su Fundación y después, cuando pudo volver a su pueblo natal, coincidió con el momento del fallecimiento de mi papá al que perdí muy joven”. 

“Mi niñez fue muy linda porque crecer en un pueblo te da libertad y fomenta la capacidad de tomar decisiones, con el valor agregado de las amistades que perduran hasta el día de hoy”

“Cuando terminé de hacer la residencia, necesitaba trabajar en el ámbito privado y me tocó viajar todas las semanas no solo a San Martín y Aráuz, también lo hacía Guatraché y Villa Iris. Allá éramos una suerte de equipo con mi hermana que es pediatra y mi cuñado quien se desempeña como cirujano, mientras que mi otro hermano es economista”, sintetizó, al hablar del episodio en el que definió su destino.

Posteriormente, volvió a recapitular: “Llegar aquí con edad de preadolescente tuvo que ver con el hecho de que en General San Martín solo había un instituto secundario inaugurado hacía poco tiempo y las familias que podían mandaban a los hijos a la ciudad para que tengan mejor educación. La gran ventaja en mi caso fue el hecho de que mis hermanos con los cuales nos llevamos un año y medio de diferencia cada uno ya estaban en Bahía”. 

“Haber estado esos años como pupila fue bravo, pero me enseñó varios hábitos de vida y me fortaleció muchísimo porque aprendí no solo a estudiar, sino también todas las tareas de la casa. Siempre me gustó la medicina, en 1981 entré a la Universidad, se rendía un estricto examen de ingreso, el primer año no logré ingresar, por lo que fue todo un tema porque algo tenía que hacer”, infirió la doctora.

De esa contingencia, sacó algo positivo: “En la misma Facultad, en el tercer piso, funcionaba la Escuela de Obstetricia, por lo que el plan era hacer un año hasta volver a intentar acceder a Medicina. Me gustó tanto la idea que hice ambas carreras en paralelo y logré terminar ambas, por lo que posteriormente pude especializarme como ginecóloga”. 

“Cuando me recibí y rendí para la residencia, me podía haber quedado en La Plata, pero justo era el año en que había perdido a mi papá, mi hermano se había ido a Italia con una beca de la universidad, por lo que decidí pegar la vuelta para estar acompañada. Cuando llegué, el Penna hacía tres años que funcionaba como hospital en reemplazo de lo que fue el Policlínico”, añorando la infraestructura que dista ostensiblemente de la actual. 

Asimismo, lo argumentó: “Las instalaciones estaban óptimas, al entrar la temperatura era constante de 22 grados, era hermético, con todo nuevo, desde la aparatología hasta el sistema de sonido. Además, en nuestro área hacíamos 4500 partos por año, ahora solo son 1800, no solo por la baja del índice de natalidad, sino por la apertura de otras clínicas en la región”. 

“En esa época, teníamos excesivo trabajo porque además, en aquel momento se hacía mucha investigación, una tarea que disfruté en demasía. Siempre fui médica de guardia, hacía gran investigación clínica, tal es así que tenía que viajar porque participamos de estudios internacionales junto a Inglaterra, Canadá y Australia. Ese era un gran incentivo para estudiar y trabajar”, apuntó Bertín, promediando el ida y vuelta. 

No obstante, aseguró que “en un momento hice la especialización en Economía y Gestión de Servicios de Salud en la UNS, lo que me llevó a trazar un perfil que luego iba a poder aplicar en mi etapa dentro de la dirección. Por eso, cuando me ofrecen el cargo desde el Ministerio, pesó mucho aquella especialización, que fue la que me dio las herramientas para llevar adelante las políticas desde otro lugar”. 

“El cargo de Director Ejecutivo supone el bloqueo del título, con dedicación full time. Si bien, la mayoría de los que ostentaron ese lugar siguieron trabajando, opté por dejar de ejercer en el ámbito privado para dedicarme exclusivamente a la tarea que se me había asignado”, comentó la entrevistada. 

La cruzada no era sencilla: “Es que había que viajar una vez por mes a La Plata porque si no tenés presencia, se hace muy difícil, sumado a que me pasaba nueve horas diarias en el hospital, lo que impedía tener la lucidez para seguir atendiendo pacientes fuera de ese momento. Cuando terminé la gestión, al mes empezó la pandemia y tomé la decisión de ejercer sólo la Medicina desde el punto de vista académico, más allá de que sigo viendo algunos pacientes y lo combino con mi labor en la Universidad”. 

“Mi gestión en la Dirección del Penna se extendió por espacio de cuatro años y está claro que lo más visible fueron las obras porque hicimos la guardia nueva, la reparación de 97 baños de todo el sector de internación. También ejecutamos mejoras en los lugares de trabajo de cada equipo de salud, en especial en terapia intensiva donde la infraestructura para que los enfermeros puedan desempeñarse, había quedado obsoleta, pese a que siempre decían que no se podía hacer”, recalcó Bertín. 

Con orgullo, exclamó que “hicimos el hospital sustentable que aún subsiste, recuperamos el olivar demostrando que se podía producir aceite de oliva en nuestras instalaciones. Sin embargo, el gran cambio fue la gestión del equipo de salud, a raíz de un plan provincial encabezado por la ministra Ortiz que nos llevó a ser los primeros en implementar la frase ‘cuidar a los que cuidan’, que luego se replicó mucho”.

“Esto fue un cambio de paradigma y generó una potencia de los equipos de trabajo, desde el Comité de Gestión de Personas hasta un proceso de inducción porque entraba personal profesional o no al hospital y nadie les contaba nada. No existía la despedida de aquel empleado que se jubilaba después de prestar servicio por 35 años, una despedida que se convirtió en un evento muy esperado, con la presencia de las familias y la entrega de una llave simbólica del hospital a modo de agradecimiento”, contó, con la satisfacción del deber cumplido. 

Sobre los escenarios de conflictos y paros, admitió que “la relación que teníamos con las personas que desempeñaban labores en el nosocomio era muy buena, en el equipo de la dirección estábamos con Fabián Giménez que tenía experiencia en la Asociación de Profesionales y Yamil Partida que es Licenciada en Enfermería, con un conocimiento impecable del día a día. Por eso, cuando sucedía un conflicto, el diálogo se convertía en el aspecto fundamental para la resolución de esa situación puntual”. 

“Durante nuestra gestión se hizo una auditoría externa que se extendió por todo 2016, sentimos que había que escribirla porque era inédita en los hospitales provinciales. La presentamos en el Ministerio, en La Plata, y cuando terminamos nuestra gestión, escribimos un libro para documentar todo lo que se había hecho en esos cuatro años, cómo se había hecho, qué quedaba pendiente y lo que no se había podido lograr”, lanzó, suspirando aliviada. 

Respecto de ese texto, acotó que “la publicación se llama Gestión Hospitalaria y lo editamos y presentamos en la UNS y tiene no solo la parte de anécdota, que es la más amena, sino también cuenta con datos duros, estadísticas. El día que dejamos nuestro lugar al doctor Peluffo hicimos una presentación para todo el personal rindiendo cuentas porque manejamos dinero público”. 

“Cuando llegó la pandemia y vinieron las críticas, jamás respondí salvo una vez que me llamaron de un medio y expliqué que mi intención no era polemizar porque sabía lo que es estar al frente de la gestión. La única cuestión segura es que si no hubiéramos podido hacer la guardia, no sé cómo habríamos atravesado la etapa del Covid porque hasta ese entonces, la sala de espera era muy chica, pensada para hace 30 años. Siempre habrá personas que piensen que podíamos haber hecho más y otros que lo hecho fue lo correcto, pero siento la tranquilidad de que se hizo todo lo que estaba a nuestro alcance”, se defendió la doctora. 

En lo que respecta a su actualidad, aseveró: “Sigo trabajando en la sala de maternidad del hospital, me dedico a la parte académica con los residentes que están en formación y los estudiantes y mi otra ocupación en la Universidad. Allí comencé en 2008, porque en realidad la carrera de Medicina se inició tres años antes, pero cuando los estudiantes llegaron a la instancia de quinto año, los tuve a cargo. Actualmente dicto materias también de sexto año que es el último antes de la graduación”. 

“Lo que más me ocupa en este momento es hacer la transferencia de todo lo que aprendí, creo que eso es vital, porque somos una generación que se crió de una manera y de adultos tuvimos que adaptarnos al cambio. Aprendimos mediante prueba y error, por eso entiendo que uno de nuestros deberes es brindar el conocimiento a quienes están dando sus primeros pasos”, propuso con énfasis. 

Al cierre del testimonio, se sumergió en su vida personal: “Estoy casada, tengo dos hijos de 27 y 25 años, ellos son los que más sufrieron porque estuve muy ausente, en especial durante mi etapa en la Dirección porque entre el ofrecimiento y el momento en el que acepté solo hubo media hora para hablar con mi familia. Les dije que por un tiempo me iban a ver poco, ellos estuvieron totalmente de acuerdo, en especial los chicos que estaban saliendo de la adolescencia. Fueron un pilar fundamental para mi”.

Hoy, Marta Bertín, ya alejada de los cargos administrativos, sigue contribuyendo al sistema de salud desde la docencia y la formación de nuevos profesionales. Su gestión no pasó para nada desapercibida y fue relevante en virtud de la estoica postura asumida para sostener un nosocomio provincial que, pese a los vaivenes, continúa siendo a la fecha una verdadera referencia para el sistema en todo el sur argentino.

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