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La historia de Don Pedro, el último lechero que reparte en carreta en Hilario Ascasubi
El lechero al que todos quieren en Ascasubi.

Pedro Francisco es querido por todos en Hilario Ascasubi. Reparte leche desde que tiene 17 años, y hoy a sus 79 tiene una vida que él define como “feliz".

"Hago lo que quiero, tengo mis vacas, mi caballo, mi carreta, hijos, tierra y esposa”, señala el hombre con la sonrisa que lo caracteriza.

Con los achaques propios de una vida curtida en los caminos salitrosos del Partido de Villarino, todos los días se levanta antes de que salga el sol, ordeña y se va a repartir leche en su carreta que bautizó como su chacra: “Rancho Alegre”.

Las calles de Ascasubi son tranquilas, limpias, y la identidad del vecino se rige por el protocolo de los pueblos: todos se conocen y todos se saludan. Es una comunidad sana, en términos de trabajo y esfuerzo. Es una tierra árida, acostumbrada a la sequía, los hombres tuvieron que hacer canales aprovechando el agua del Río Colorado, bendición para esta comarca.

A 3 kilómetros de allí vive Pedro Francisco, un personaje entrañable, de esos que son muy difíciles de hallar pero que afortunadamente todavía se pueden conocer a la vera de los caminos rurales, donde la vida nace todos los días con la maravilla del rayo del sol reflejado en la gota del rocío.

En Ascasubi todos hablan de Pedro, y varias generaciones han crecido con su leche. Su presencia se nota todos los días. Forma parte de la identidad de este pueblo que vive a las puertas de la patagonia. Nació el 12 de Agosto de 1938 en San Germán, un poco más al norte. “Con mi familia nos trasladamos a Bahía Blanca, y ahí comencé a repartir leche. También hacía reparto de soda, y durante algún tiempo le llevaba a la casa de una jovencita que me gustaba. Un día la invité a salir y fuimos novios, y hoy es mi esposa, Elena“, cuenta el lechero.

No pasa una sola frase sin nombrarla. Ha tenido suerte en la vida don Pedro, ha hallado el amor y también la felicidad en el trabajo. “Cuando vine a Ascasubi había dos o tres casas. Era una tierra seca, todavía no se habían hecho los canales del río. Entonces en un remate me compré tres vacas y empecé a ordeñar. En el campo el trabajo está si uno tiene ganas de hacerlo. No hay mucha ciencia. Tenía un pedazo de tierra y las vacas tenían donde pastar. Comencé a repartir leche en el pueblo. Y es lo que sigo haciendo desde entonces”. 

“Rancho Alegre” es su chacra. La hizo a fuerza de sacrificio, nadie le ha regalado nada a Pedro. Sus manos han sido sus mejores herramientas. “Me despierto todos los días antes que salga el sol, a las seis ordeño las vacas y más o menos a las ocho salgo a repartir. Antes repartía la leche en botellas, pero ahora la llevo en bidones. Es leche pura, sana, natural. Voy por todo el pueblo”, asegura.

El reparto lo hace con su carreta a la que nombró igual que su campo, “Rancho Alegre” y es toda una declaración de principios. Don Pedro, como lo llaman, va feliz, tranquilo. Pero no va solo. “Lo tengo a Dorado, mi caballo, mi amigo fiel”. El pingo es una extensión de su alma y de sus pies. Juntos son uno solo. Ambos comparten la misma velocidad, a paso lento. “No tengo apuro, mis clientes son especiales y me esperan”.

Cuando Pedro se acerca al centro del pueblo todo el mundo lo saluda. No hay vecino que no le levante la mano. Y animoso, Pedro devuelve el saludo y hace su trabajo. “Dorado” sabe cuáles son las paradas, y para. En el año 2014 recibió el reconocimiento municipal. La placa que le dieron reza: “A Pedro Francisco, reconocimiento a su oficio de lechero, y por haber elegido a Hilario Ascasubi como su lugar para vivir”. Sin embargo, el bronce no lo obnubila. El contacto humano es lo que le produce felicidad. “Cuando veo a muchachos de 40 años, yo sé que han crecido con mi leche”.

Ahora tiene 10 vacas y con eso ha creado su mundo y vive sin problemas. La leche que vende es un producto natural, sus vacas comen pastura. “No tiene nada que ver con la industrial, que es pura agua. La leche de vaca pura la podés tomar, y es ideal para hacer postres”. Mientras tanto, se acerca el mediodía y su círculo se cierra. “Tengo nueve hijos, seis varones y tres mujeres, nos vemos seguido”.

“Si tuviera que elegir nuevamente una vida, elegiría la que hice, la que tengo. Soy feliz así, y creo que soy el último repartidor de leche en carreta”. Don Pedro lo afirma con humildad. Es sólo un hombre que encontró la manera de vivir de una forma digna, aprovechando la tierra y los animales que viven de ella, a quienes cuida como si fueran hijos. Todo Hilario Ascasubi lo quiere, personajes así son patrimonio intangible de una comunidad. 

Fuente: El Federal



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