Se hizo humo. A tres semanas de la desaparición de Andrea Esnaola, esa es la conclusión de los investigadores. La portera que fue vista por última vez la tarde del miércoles 15 de julio caminando por calle Azopardo de Pehuen Có.
Los rastrillajes ya son más esporádicos y la presencia de policías en la villa balnearia disminuyó drásticamente.
Tal como viene informando este diario, la declaración que más se esperaba era la de Gustavo Martínez, el esposo de Esnaola, quien continúa internado luego de haber intentado suicidarse.
La declaración ante la Justicia, a la que tuvo acceso exclusivo LA BRUJULA 24, aporta más confusión al caso. Sus dichos son, en muchos aspectos, contradictorios.
Martínez, desde su cama del Hospital Matera, habló de la hipótesis del secuestro. “Mi temor es que la haya secuestrado alguien. Es todo muy raro. En la escuela dejó su cartera con todas las cosas. Alguien se la llevó”, afirmó.
Sobre el posible suicidio de Esnaola, Martínez sostuvo que “espero que no sea así” aunque, ante preguntas del fiscal, reveló que “Andrea estaba deprimida” en el último tiempo y que había tenido un conflicto laboral. “Ella estaba mal con alguien. Había discutido con alguien. Creo que en la escuela, pero no sé con quién”, explicó.
Preguntado sobre su relación personal con Andrea, el hombre dijo que se llevaban bien y que tenían una “relación normal”. También, descarta que haya “una relación paralela” porque “ella no es de esa clase de personas”.
Respecto de su supuesto intento de suicidio, Martínez declaró: “No sé qué me paso, yo tenía un arma para espantar a los lobos marinos. Si agarre ese día el revolver no recuerdo, PERO si lo agarre lo hice para pegarme un tiro. Estaba enloquecido por no encontrar a Andrea, me parece que estaba muy mal y me quise pegar un tiro. No puede ser que Andrea haya desaparecido así”.
El misterio que encierra el caso continúa intacto. Los investigadores agotaron casi todas las líneas de investigación. Y más allá de que se inclinan por la hipótesis del suicidio, no hay certezas de nada. Y lo peor: quizás nunca las haya.
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